Lo imposible está en la mente de los cómodos


Lo imposible está en la mente de los cómodos

01/09/2022 | Por Diego Lafarina, compañero de la Facultad Regional San Francisco


Soy Diego Lafarina, tengo 37 años y pertenezco al Claustro NODOCENTE de la U.T.N Facultad Regional San Francisco, donde me desempeño en la Oficina de Administración. En marzo de 2021 sufrí la amputación total de mi pierna izquierda a causa de un tumor maligno y eso no significó para mí el final de todo, al contrario, fue el comienzo de una nueva vida. En mi mente estaba la decisión de no rendirme, de no bajar los brazos, de tener una actitud positiva frente a esta nueva adversidad, de demostrar que no hay límites ni imposibles; sí fortaleza de espíritu y de corazón.

Es por eso que utilizo una prótesis (que todavía no es la definitiva) con tres articulaciones: cadera, rodilla y tobillo. Esto no me impidió pensar que debía seguir adelante, disfrutar de la familia que formé con Virginia, mi esposa, y nuestra pequeña hija Bianca, en mis padres, hermanos, amigas/os y demás familiares, en practicar algún deporte, en trabajar y demostrarles y demostrarme que a pesar de todo iba a salir adelante.

La pasión por el deporte, que manifesté desde mi niñez, me empujó a desafiarme y en medio de la rehabilitación me preguntaron si quería hacer algo en el agua. Comencé a entrenar, tuve que trabajar mucho la noción de estabilidad y recién en diciembre pude nadar algunos largos sin tener que tomarme de los andariveles. En enero, estaba con una amiga de mi señora con quien habíamos participado en un triatlón en 2019 (yo había hecho la parte de ciclismo y ella de running) y le pregunté si se animaba a que compitiéramos juntos    en el triatlón que organizaba el Sport Automóvil Club de San Francisco. Y así fue como el 20 de febrero pasado lo hicimos; participé en natación y formé equipo en posta con Sol Pereyra, quien corrió y Sergio Pereyra que hizo el tramo de ciclismo. Nadé 790 metros, fue muy conmovedor porque yo venía con una carga emocional muy grande (el 8 de enero falleció mi viejo Juan) y cuando llegué se me cayeron las lágrimas al recordar por todo lo que había pasado. Cumplí con lo que me había propuesto, me sentí y sentí el orgullo de familiares, amigos que me acompañaron siempre incondicionalmente y de las tres kinesiólogas que fueron una “bendición” en mi camino.

La vida me puso a prueba desde muy chico. A los 11 años comencé a padecer múltiples fracturas espontáneas. Me realizaron muchísimos estudios por todo el país hasta en el extranjero. Padecí más de treinta fracturas. Pero esto no me impidió tener una vida normal para mi edad, terminar el secundario, salir con mis amigos, nunca me quedé encerrado.

En marzo del 2020, comencé a sufrir muchísimos dolores en mi pierna izquierda. Después de varios meses de diagnósticos erróneos, y de no saber que me generaba tanto dolor, al punto de no poder caminar, viaje a Bs As donde me diagnostican AngioSarcoma Grado III. Gracias a Dios llegue a tiempo y pudieron salvar mi vida, no así mi pierna izquierda.

Esa amputación, que para muchos puede ser un final trágico, para mí fue un nuevo comienzo. Siempre me pongo metas, porque es la forma de superarme y una razón por la cual luchar. En mi esposa Vicky y en mi hija Bianca encontré la fuerza, también en mis padres, hermanos, en mi familia y en mis amigos.

Cuando entré al quirófano sentí que iba a cambiar mi vida, iba a dejar atrás algo muy importante como es una extremidad, pero lo único que quería era que se acabara el dolor. Estuve nueve meses con morfina y otros calmantes, pero el dolor no me dejaba hacer nada. Me operaron un viernes y según cuenta mi vieja, cuando me llevaron para la sala de operaciones (estaban Vicky y mis padres acompañándome), no los miré, giré mi cabeza hacia otro lado y cuando salí del quirófano y me trasladaron a la habitación, apenas los vi levanté el dedo pulgar con una sonrisa. “Te sacamos el diablo que tenías adentro” me dijeron los médicos. Después de llorar todo el fin de semana, el lunes ya me enfoqué en que tenía que recuperarme; el personal del hospital que me asistió y los que estaban a mi lado presentes o en la distancia, me alentaron y me dijeron “vas a ver que te vas a levantar”.

Regresé a San Francisco y seguí con la rehabilitación que había comenzado en el hospital. Encontré tres kinesiólogas que fueron una bendición (Viviana Butignol, Carina Borello y Soledad Borello). La rehabilitación es algo que tendré que hacer de por vida por mi bienestar.

Un año atrás estaba en el límite, debatiéndome entre la vida y la muerte. Si bien la vida a los 36 años me sacó una pierna, un golpe duro, me dije “hay que ponerle huevos a esto” y gracias al apoyo y a la contención pude adaptarme. Mi esposa y mi hija son mis pilares, Bianca le puso nombre a la prótesis, la llama “Cali”, lo tomó de manera natural y hasta la decora pegándole stickers.

Aprendí muchas cosas y a valorar que el trabajador NODOCENTE en estas situaciones es un afortunado. Digo esto porque no solo mis Compañeras/os de Oficina me alentaron constantemente y pudieron sobrellevar la tarea que realizo en el área, sino que además me empujaron para que yo nunca bajé los brazos.  A su vez quiero resaltar el acompañamiento de los integrantes del Gremio, quienes me acompañaron a mí y a mi familia.

Una enseñanza que resaltó de mi situación es a no maldecir y a valorar lo que tengo, a cambiar la tristeza por el optimismo y la esperanza. Mis familiares, mis amigas/os, mis compañeras/os de trabajo fueron y son muy importantes en mi recuperación; ellos y mis ansias de vida me ayudaron a sobrellevar el mal trago y hoy continúo haciendo lo que me gusta y con muchos proyectos a futuro.

 La vida quita cosas, pero te regala otras que te expanden el corazón de alegría. El sufrimiento tiene su recompensa, el camino que recorremos tiene partes difíciles, pero está en nosotros decidir cómo recorrerlo, no rendirse y perseguir un sueño.


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